Con la Iglesia nos hemos topado

Los perjudicados por la ya desconvocada huelga iniciada por Iberia son, sin duda, los usuarios y clientes de la compañía aérea, que se han quedado con dos palmos de narices en más de una ocasión. Incomprensión e impotencia han sido la tónica de los últimos días. Los perjuicios provocados a los usuarios son inmensos. Los viajeros no pueden hacer nada al respecto, tan sólo lamentarse y maldecir a los que les ha causado tanta pérdida de tiempo. Porque, realmente, se ha perdido mucho el tiempo para algo que se podía haber solucionado de otra manera.

Los pilotos decidieron convocarla porque la empresa anunció el lanzamiento de una aerolínea de bajo coste. Y es que los comandantes no están dispuestos a dejarse avasallar y renunciar a los 12.000 euros que sus nóminas ingresan mensualmente. Y, encima, desde que se ha conocido la noticia, sus acciones han reaccionado con fuertes subidas. ¿Alguien pensaba que podría llegarse a una quiebra?

Se podrá decir que tienen mucha responsabilidad. Realmente es así, porque entre sus manos están las vidas de un centenar de personas con sus familias, sus añoranzas, sus anhelos, sus deseos y su vida por vivir. Pero, si trabajan cerca de 56 horas....mensuales, ¿tanta queja pueden tener si saben que están, francamente, estupendamente bien remunerados y con una proyección de futuro tan grande que saben a ciencia cierta que su compañía continuará produciendo beneficios?

El acuerdo al que han llegado, tras tres días de incertidumbre y caos, es un pulso a Iberia, que se compromete a no presentar expediente de regulación de empleo ni a llevar a cabo despidos, entre otras cuestiones. El caso es que en veintitrés años, los pilotos han iniciado un principio de huelga en un total de 21 ocasiones. Casi una huelga por año. Y es que lo del cartel de “retrasos” y “suspendido” nos suena todos un poco. Es habitual que esto suceda.

El Gobierno, y más concretamente el Ministerio de Fomento, ha interferido como mediador de un conflicto empresarial de ámbito interno. Razonable, pero la justificación ofrecida parece más bien demagogia barata. “Para que los ciudadanos se vieran lo menos afectados posible por el conflicto”. Pues bien, de nada ha servido su actuación pues la presión ejercida por los pilotos ha sido tan grande que la compañía ha tenido que recular y tenderse a sus pies como si fueran los portadores de la verdad suprema. Como le dijo Sancho a Quijote, “con la Iglesia nos hemos topado”. Y vaya, una Iglesia en el que sus curas son comandantes y los feligreses indefensos son los usuarios de un transporte, el aéreo, que por suerte está creciendo, pero gracias a las compañías de bajo coste.

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José M. Sánchez "Daze"