el CAOS

El reportaje, una obra colectiva (II)

Una de las razones por las que muchos de los jóvenes deciden estudiar periodismo es intentar emular a aquellos grandes reporteros de los grandes periódicos que cubren los grandes acontecimientos. Sin duda, ser periodista no es como otra profesión. Hay que dedicarle mucho tiempo tanto a la recogida de información como a la hora de escribir, hay que ser muy cuidadoso en cuanto que estamos ante lo que denominan algunos “el cuarto poder”. En resumidas cuentas, es un trabajo interesante, en el que cada día se descubre algo nuevo y nunca permaneces inmóvil. Lo auténticamente positivo de ser reportero es la posibilidad que tiene el profesional del periodismo de viajar e ir descubriendo un mundo fascinante, inmensamente rico, desconocido el día anterior o ni siquiera presentido.

Sin embargo, no todos los periodistas están capacitados para ser buenos reporteros. Este género periodístico, a caballo entre la realidad y el subjetivismo, obliga a indagar escrupulosamente en los datos que se pretenden investigar. En palabras del propio Rizard Kapuscinski, “el deber del reportero consiste en estar allí donde ocurren hechos trascendentales para dar testimonio de los mismos”. En este sentido, hay que ser fiel a los acontecimientos y evitar, en la medida de lo posible, pasear por la epidermis de la realidad. “Escribo sobre lo viajado. No soy un inventor. No hablo de mundos imaginarios ni tampoco del mío propio. Describo el mundo real, el que está ahí, tal y como lo he visto”. Estas palabras del maestro del reportaje pueden alentar en qué consiste el periodismo alejado de la literatura, aunque íntimamente relacionada.

El reportaje tiene una versión más llamativa y cuidadosa: el reportaje de guerra. En muchos casos, es la posibilidad de acudir a un conflicto bélico lo que empuja muchos universitarios a estudiar la carrera de ciencias de la información. A pesar de ello, la guerra es la guerra y en nada se asemeja a las secuencias que intentan darnos a entender la televisión. El periodista polaco, ha pasado por esta situación en mas de una ocasión y sabe cómo se las gastan los soldados en el campo de combate. Según Kapuscinski, “son imprescindibles ocho requisitos para ser reportero de guerra: tener buena salud, resistencia psíquica, curiosidad por el mundo, conocer lenguas extranjeras, saber viajar, ser abiertos a otras personas y a otras culturas, sentir pasión por este trabajo y, finalmente, intentar pasarlo todo por la criba de la reflexión”.

Crear un buen reportaje no es una cuestión que hay que dejársela solamente al azar. De hecho, el tiempo de dedicación es directamente proporcional a la calidad estética de un texto. Sin embargo, los buenos reporteros saben cómo gestionar la información de tal forma que en el menor tiempo posible saben condensar los sustancial de un determinado acontecimiento, pero para poder comprender la realidad, los periodistas deben ser “personas modestas, respetuosas con el otro y capaces de mostrar esta actitud en todo momento. Ser reportero significa antes que nada respetar a otro ser humano con su propia privacidad, personalidad y escala de valores”, según aclara el propio Kapuscinski.

El periodismo es así. La realidad la construyen diferentes agentes que confluyen entre sí alimentando los acontecimientos y produciendo otros nuevos. Por ello, “hay que recordar que el reportaje es una obra colectiva, de muchos autores; es imposible escribirlo uno solo, pues se compone de voces y experiencias de mucha gente. Nosotros tan solo describimos situaciones, pero las han creado otros. En este sentido, se trata de una escritura colectiva”. Kapusckinski, a veces, puede acertar en lo que dice. En este caso, lo hace.
José M. Sánchez "Daze"