Una historia mas que contar
La historia que les cuento es como otra cualquiera. Suele suceder muy a menudo pero no nos fijamos. Si observásemos más a la gente que nos rodea nos percataríamos de ello. Seguro que alguna que otra vez se han subido en un autobús y han vivido una situación similar. De ello estoy seguro. Dentro de un transporte urbano acontecen muchas historias que quedan para el recuerdo de cada uno: desde aquella mujer que, por el cansancio, se queda dormida apoyada en tu hombro hasta ese hombre que intenta iniciar una conversación como si le fuese la vida en ello. He tenido que hacer uso, en más de una ocasión, del autobús que parte de Elche y que recorre los pueblos más cercanos de la provincia. Siempre hay una historia que contar, como la de aquel hombre, barbudo y algo orondo que solo hablaba de la ciudad donde había vivido los últimos veinticinco años.
Se preguntarán qué es lo que tiene de especial pero ver a ese señor, solitario y triste, me hizo tener algo en qué pensar. No nos conocíamos hasta que nos vimos aquel día en la Estación de autobuses de Elche. Me senté en el banco a esperar a que ese servicio público tan utilizado hiciera su aparición junto con mi único acompañante que un libro a medio leer. “Esta ciudad es la mejor”, decía El Colonia mientras yo hacía como que leía aquella páginas. En realidad no nunca llegué a conocer su verdadero nombre pero, casi sin querer, le apodé “El Colonia” ya que, nada más subirse en el autobús, comenzó a repartir por su cuerpo una especie de líquido con olor a perfume para coche que llevaba en un dosificador. Se le notaba falto de cariño como si lo único que desease en aquel instante fuera una conversación. Tal vez por ello se echaba aquella colonia que se extendió por todo el vehículo como un huracán. Sentado justo a mi lado, no paraba de repetir lo maravillosa que era esta ciudad.
Llegó un momento en el que me sentí cohibido y hasta triste de no poder mantener una conversación con él. No sabía qué decirle mientras él no paraba de repetir, una y otra y otra vez, que se sentía orgulloso de pertenecer a Elche. Era la primera vez que ese señor se cruzaba en mi camino pero me resultó gracioso verle allí sentado a mi lado. El Colonia se bajó antes de que yo finalizara mi trayecto y, justo antes de abandonar su asiento, me regaló a mí y al conductor un “adios” tan sincero que no supimos cómo contestarle. Yo estaba extrañado de vivir aquella situación y, al verle saludando desde la parada, comprendí la tristeza de sus ojos. Ojos que, encerrados como en dos túneles sin luz, pedían a gritos una salida. Volví a subirme, de nuevo, a ese autobús y otras personas con una gran tristeza dentro de ellas se sentaron junto a mí. Todas ellas con la melancolía de una vida triste como bandera de sus vidas.
Se preguntarán qué es lo que tiene de especial pero ver a ese señor, solitario y triste, me hizo tener algo en qué pensar. No nos conocíamos hasta que nos vimos aquel día en la Estación de autobuses de Elche. Me senté en el banco a esperar a que ese servicio público tan utilizado hiciera su aparición junto con mi único acompañante que un libro a medio leer. “Esta ciudad es la mejor”, decía El Colonia mientras yo hacía como que leía aquella páginas. En realidad no nunca llegué a conocer su verdadero nombre pero, casi sin querer, le apodé “El Colonia” ya que, nada más subirse en el autobús, comenzó a repartir por su cuerpo una especie de líquido con olor a perfume para coche que llevaba en un dosificador. Se le notaba falto de cariño como si lo único que desease en aquel instante fuera una conversación. Tal vez por ello se echaba aquella colonia que se extendió por todo el vehículo como un huracán. Sentado justo a mi lado, no paraba de repetir lo maravillosa que era esta ciudad.
Llegó un momento en el que me sentí cohibido y hasta triste de no poder mantener una conversación con él. No sabía qué decirle mientras él no paraba de repetir, una y otra y otra vez, que se sentía orgulloso de pertenecer a Elche. Era la primera vez que ese señor se cruzaba en mi camino pero me resultó gracioso verle allí sentado a mi lado. El Colonia se bajó antes de que yo finalizara mi trayecto y, justo antes de abandonar su asiento, me regaló a mí y al conductor un “adios” tan sincero que no supimos cómo contestarle. Yo estaba extrañado de vivir aquella situación y, al verle saludando desde la parada, comprendí la tristeza de sus ojos. Ojos que, encerrados como en dos túneles sin luz, pedían a gritos una salida. Volví a subirme, de nuevo, a ese autobús y otras personas con una gran tristeza dentro de ellas se sentaron junto a mí. Todas ellas con la melancolía de una vida triste como bandera de sus vidas.
Cuántas personas que nos necesitan, cuánta gente con el único deseo de ser atendidas. Como dije, una historia que suele suceder a menudo pero, sumidos en este mundo donde las prisas y el estrés están a la orden del día, no nos paramos a observarlas. Y están ahí, estamos ahí, todos con la única meta de una felicidad cada vez más difícil de conseguir en los tiempos que corren. Al margen de todo, esa parte de la sociedad que intentamos evitar sigue y seguirá estando ahí por mucho que no queramos y ellos no podrán decir que nos vemos después de unos minutos de publicidad.
José M. Sánchez "Daze"
1 Comments:
L.A. Court Shuts Down Spyware Op
November 14, 2005 By Roy Mark A Los Angeles District Court ordered three Web marketing companies to cease and desist an operation using the lure of free ringtones and browser updates to download spyware and ...
Find out how to buy and sell anything, like things related to road construction of pa on interest free credit and pay back whenever you want! Exchange FREE ads on any topic, like road construction of pa!
By Anónimo, at 11/14/2005 08:18:00 p. m.
Publicar un comentario
<< Home