El final de una época
El primer mensaje del recién proclamado Rey Juan Carlos I ofreció ya, en aquellos momentos llenos de incertidumbre, algún indicio sobre lo que iba a acontecer posteriormente. Su discurso conciliador se tradujo como un reflejo de las ideas que defendió su padre y que le llevaron a romper las relaciones con Francisco Franco El Caudillo. El nuevo Jefe de Estado era partidario de una monarquía parlamentaria, aunque casi nadie sabia por aquel entonces que ya había pulsado la legalización del Partido Comunista Español, liderado por su incombustible secretario general, Santiago Carrillo. Otro indicio que denota la calidad humana del monarca: el indulto de varios presos políticos en defensa de la libertad como, por ejemplo, el ilustre secretario de Comisiones Obreras, Marcelino Camacho.
Quien todavía era Presidente del Gobierno era Carlos Arias Navarro, quien presenció de primera mano el paulatino desplome del anterior régimen sin poder evitarlo. Fue entonces cuando se produjo un acontecimiento histórico: el sindicato de UGT celebró su Congreso nacional pese a no disfrutar todavía de la legalidad. Poco tiempo transcurriría para que las aguas se volvieran a enturbiar.
En ese contexto, el Rey nombró a un Adolfo Suárez, casi desconocido para la sociedad, Presidente del Gobierno. Este hecho dejó muy sorprendidos a la opinión publica, que no supo encajar lo que supondría para aquella España alejada del modernismo. Suárez empezó a ejercer su nuevo cargo con una batería de reformas que no satisfizo a todos los agentes sociales. Los sindicatos exigieron mas rapidez en la tramitación de esas reformas, lo que llevó a la primera Huelga General del proceso democrático. La mente de Suárez, posiblemente el mejor presidente de toda la Democracia, estaba constantemente ocupada en aquellos meses tan convulsos.
Esa Ley de Reforma Política supuso que los partidarios del franquismo, pese a posicionarse radicalmente en contra, decretaran el cambio de régimen. Franco hacía dos meses que había fallecido y ya se pensaba en cómo borrar todo su imperio. El Tribunal Supremo tenía la última palabra para decidir sobre la constitucionalidad de los partidos políticos que estaban surgiendo además de los que ya llevaban tiempo en activo pero la represión del Generalísimo hizo que permanecieran en silencio.
Sin embargo, otro acontecimiento que caló en la sociedad pero que no supo como interpretar la noticia fue la legalización del PCE que puso en jaque a los reformistas con los conservadores. Pese a todo, el proceso para adecuar a esta formación que luchó activamente contra los parámetros franquistas tendría que prolongarse todavía mas dado el temor a una revuelta comunista que desembocara en la exigencia de España como república. Carrillo ya había entrado clandestinamente en España, aunque fue detenido en poco tiempo. Iba disfrazado para evitar que le reconocieran. Famosa es la imagen de aquella peluca recortada. Lo curioso es que cierta parte de la sociedad interpretó este acontecimiento como una concesión del gobierno de entonces para preocuparse por la seguridad del líder comunista.
Lo que no sabia nadie era cómo iba a digerir la sociedad la plena libertad de acción de los comunistas. Posiblemente, no renunciarían a sus ideales pero estaban dispuestos a trabajar en un proceso democrático. Renunciaron a su estrategia histórica pero no a sus símbolos. La estrategia adoptada por Carrillo cuajó de tal manera que consiguió convencer a un reacio Suárez para inscribir a su grupo en el Registro de Partidos. El caso es que para que aquélla hazaña se produjera, los dos líderes políticos se entrevistaron personalmente en una cita clandestina para intercambiar impresiones en aras de la legalización del PCE. Dieron la cara y firmaron un contrato tácito por el cual Carrillo prometió no hacer alarde de un éxito rotundo y se mantendría discrepante con el presidente pese a haber sido él quien aceptó que el PCE pudiera ser votado. La palabra de dos hombres, como todo el mundo sabe, se lleva a la tumba.
Lo que produjo la mayor alegría de todos los españoles fue el hecho de que fueran llamados a las urnas el día 10 de febrero del año 1977. El 92% apostó por el cambio. El final de una época había comenzado y Suárez llevaba el estandarte de maestro de la reforma. Probablemente, después de sufrir una dictadura militar durante casi cuarenta años no había más salida que esa.
Quien todavía era Presidente del Gobierno era Carlos Arias Navarro, quien presenció de primera mano el paulatino desplome del anterior régimen sin poder evitarlo. Fue entonces cuando se produjo un acontecimiento histórico: el sindicato de UGT celebró su Congreso nacional pese a no disfrutar todavía de la legalidad. Poco tiempo transcurriría para que las aguas se volvieran a enturbiar.
En ese contexto, el Rey nombró a un Adolfo Suárez, casi desconocido para la sociedad, Presidente del Gobierno. Este hecho dejó muy sorprendidos a la opinión publica, que no supo encajar lo que supondría para aquella España alejada del modernismo. Suárez empezó a ejercer su nuevo cargo con una batería de reformas que no satisfizo a todos los agentes sociales. Los sindicatos exigieron mas rapidez en la tramitación de esas reformas, lo que llevó a la primera Huelga General del proceso democrático. La mente de Suárez, posiblemente el mejor presidente de toda la Democracia, estaba constantemente ocupada en aquellos meses tan convulsos.
Esa Ley de Reforma Política supuso que los partidarios del franquismo, pese a posicionarse radicalmente en contra, decretaran el cambio de régimen. Franco hacía dos meses que había fallecido y ya se pensaba en cómo borrar todo su imperio. El Tribunal Supremo tenía la última palabra para decidir sobre la constitucionalidad de los partidos políticos que estaban surgiendo además de los que ya llevaban tiempo en activo pero la represión del Generalísimo hizo que permanecieran en silencio.
Sin embargo, otro acontecimiento que caló en la sociedad pero que no supo como interpretar la noticia fue la legalización del PCE que puso en jaque a los reformistas con los conservadores. Pese a todo, el proceso para adecuar a esta formación que luchó activamente contra los parámetros franquistas tendría que prolongarse todavía mas dado el temor a una revuelta comunista que desembocara en la exigencia de España como república. Carrillo ya había entrado clandestinamente en España, aunque fue detenido en poco tiempo. Iba disfrazado para evitar que le reconocieran. Famosa es la imagen de aquella peluca recortada. Lo curioso es que cierta parte de la sociedad interpretó este acontecimiento como una concesión del gobierno de entonces para preocuparse por la seguridad del líder comunista.
Lo que no sabia nadie era cómo iba a digerir la sociedad la plena libertad de acción de los comunistas. Posiblemente, no renunciarían a sus ideales pero estaban dispuestos a trabajar en un proceso democrático. Renunciaron a su estrategia histórica pero no a sus símbolos. La estrategia adoptada por Carrillo cuajó de tal manera que consiguió convencer a un reacio Suárez para inscribir a su grupo en el Registro de Partidos. El caso es que para que aquélla hazaña se produjera, los dos líderes políticos se entrevistaron personalmente en una cita clandestina para intercambiar impresiones en aras de la legalización del PCE. Dieron la cara y firmaron un contrato tácito por el cual Carrillo prometió no hacer alarde de un éxito rotundo y se mantendría discrepante con el presidente pese a haber sido él quien aceptó que el PCE pudiera ser votado. La palabra de dos hombres, como todo el mundo sabe, se lleva a la tumba.
Lo que produjo la mayor alegría de todos los españoles fue el hecho de que fueran llamados a las urnas el día 10 de febrero del año 1977. El 92% apostó por el cambio. El final de una época había comenzado y Suárez llevaba el estandarte de maestro de la reforma. Probablemente, después de sufrir una dictadura militar durante casi cuarenta años no había más salida que esa.
En aquellas primeras elecciones democráticas el Partido Socialista Obrero Español se erigió como el gran referente de la izquierda. Visto desde una perspectiva historia, el hecho de que UCD no obtuviera la mayoría absoluta fue realmente positivo para España. Así, se crearon las Cortes con el objeto de administrar ese consenso político y desarrollar la primera constitución española que daría paso a la Democracia moderna. También, 1977 fue el año en el que se empezaron a estructurar las competencias de las diferentes comunidades autónomas. La España autonómica cobraba cada vez más fuerza. Aquellos meses supusieron la ruptura con el pasado. El franquismo ya era historia.
José M. Sánchez "Daze"
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