el CAOS

Reporteros de guerra, ¿una nueva batalla perdida?

^Por desgracia, los periodistas siempre en el ojo del huracán
Los reporteros de guerra siguen sufriendo hoy en día muchas más atrocidades y persecuciones de la que cabría esperar. De hecho, por “esperar” no habría que esperar ninguna pero, conociendo el dicho de que “en la guerra vale todo”, los periodistas destinados a las zonas de conflictos saben a priori lo que se van a encontrar y, sobre todo, a lo que se exponen cuando viajan a esos destinos desconocidos. Sin duda, todos ellos merecen un cierto respeto y, por supuesto, una admiración sin medida. Allí las balas son de verdad y no fantasías televisivas producto de las películas norteamericanas.

Una vez más, desgraciadamente Reporteros sin Fronteras (RSF) no ha podido poner el contador a cero. El nuevo año ha comenzado con un balance descorazonador para todos los profesionales de los medios de comunicación. Si las muertes en accidentes de tráfico siguen siendo una nota lamentablemente predominante en nuestras carreteras, hay que recordar que en el pasado año fueron asesinados al menos 63 periodistas, diez más que el año anterior, lo que supone que el derecho a informar se ha visto truncado por adocenadas máquinas de guerra de carne y hueso. Son datos escalofriantes que, según la organización en defensa de los periodistas, es la cifra más alta desde hacía diez años. Murieron en el ejercicio de sus funciones o por manifestar sus opiniones. Murieron por su obligación.

En nuestra mente todavía resuenan nombres de periodistas españoles muertos en combate mientras cumplían con su obligación. Nombres como Miguel Gil, Julio A. Parrado o José Couso permanecerán siempre en la memoria colectiva por ser víctimas de guerra a manos de insensatos. La prensa ya no disfruta de tanta libertad para informar. Son parásitos inservibles que estorban, sin lugar a dudas, a los desgraciados señores de la Miguel Gil, Julio A. Parrado o José Couso. Estos ocho periodistas murieron por su trabajo guerra. Lo les interesa que los periodistas intenten contar lo que acontece en su perpetua búsqueda de la verdad. Por ello, han intentado, intentan e intentarán deshacerse de los informadores cuando no interesan. Es terrible.

El año 2006 también ha comenzado con 126 periodistas y 70 “ciberdisidentes” encarcelados en todo el mundo. La censura, todavía vigente en pleno siglo XXI, cuenta con la aprobación de gobiernos totalitarios sin escrúpulos. Además de los fallecidos, RSF denuncia que al menos 807 periodistas fueron detenidos el pasado año, 1.308 fueron agredidos o amenazados y 1.006 medios de comunicación fueron censurados. Esta última es la cifra que más crece con respecto al año anterior cuando “sólo” 622 medios fueron acallados. En total, un incremento de un 60%. Increíble.

Por tercer año consecutivo, Irak es el lugar más peligroso para los periodistas. El balance anual de RSF señala que en 2005 murieron allí 24 periodistas y cinco colaboradores, grupo en el que se incluyen productores, chóferes, traductores, técnicos o agentes de seguridad. En total, señala el estudio, 76 periodistas y colaboradores de prensa han muerto en Irak desde que comenzara la guerra, en marzo de 2003. "Más que durante la guerra de Vietnam, entre 1955 y 1975", apunta el informe. Los atentados terroristas y los ataques de la guerrilla iraquí son la primera causa de mortalidad entre los profesionales de la información. Sin embargo, RSF responsabiliza al Ejército estadounidense de la muerte de tres periodistas y colaboradores de prensa.

Y hablando de Irak, la periodista estadounidense Jill Carroll, fue secuestrada el pasado 7 de enero en Bagdad cuando se dirigía a entrevistar a un líder suní. Su traductor iraquí fue asesinado. La historia saltó a las agencias de noticias a primera hora de aquel sábado pero el periódico con el que colaboraba, The Christian Science Monitor, no confirmó la información hasta el lunes.

Los rotativos The New York Times, The Washington Post, Los Ángeles Times y otros grandes periódicos estadounidenses no ofrecieron la información ni en sus ediciones impresas ni en las digitales. Sólo las agencias de noticias recogieron el secuestro, sin ofrecer la identidad de la periodista ni el medio para el que trabajaba. Estos hechos hay que denunciarlos sistemáticamente, sin miramientos y dejando al margen las confrontaciones mediáticas producto de intolerables empresas comunicativas que solo buscan su rentabilidad económica.

Hay que poner remedio a este asunto. El "apagón informativo" es intolerable. Cortar de raíz la falta de compañerismo entre los periodistas. No quiero pensar que esta es una batalla perdida sin haberla luchado previamente.
José M. Sánchez "Daze"