el CAOS

Carta de despedida

Cuando ya has perdido a varias personas muy allegadas aprendes una importante lección: que la vida es el don más preciado que tenemos y no tenemos derecho a desperdiciarlo. En alguna que otra ocasión deseé abandonar este mundo. Qué inconsciente fui. Creo que es algo que se nos pasa por la cabeza a todos alguna vez en nuestra vida fruto de la desesperación y la rabia. Los desengaños amorosos o una tremenda desventura profesional puede desembocar en que una persona lamente el hecho de estar vivo. No deberíamos pensar así. La vida es muy maravillosa pero muy injusta a veces. Nunca sabes qué puede cruzarse en tu camino.

Desde que te fuiste Lorena, mis noches han sido largas porque en ellas han aparecido las imágenes de todos aquellos momentos juntos. Tu sonrisa, tu dulce sonrisa, ya no podremos volverla a ver. Tierna pero con carácter. Sensual pero sencilla. Alegre y divertida. Nunca podremos olvidarte. Cuántos días, cuántos meses, cuántos años quedarán siempre en mi cabeza. Si cierro los ojos y me dejo llevar todavía creo que estás aquí, a mi lado, hablándome de tus sueños. Te he visto llorar, disfrutar, sufrir, lamentarte, alegrarte, sonreír, vibrar, bailar. Toda una vida rota por culpa de un segundo.

No he podido olvidar tu tez blanca yaciente entre aquellas flores. Parecías una muñeca de porcelana. Y todos deseosos de que fuera un horrible sueño y consiguieras abrir los ojos. No puedo creerlo. Aquella mirada inerte y frágil. ¿Qué dios ha sido tan injusto de arrebatar la vida a una chica de 21 años cuando le quedaba toda una vida por delante?

Maldigo a los periódicos. Toda una vida contada en diez viles e insignificantes líneas en forma de crónica de sucesos. Lamentable. La misma crónica podría servir, por desgracia, en multitud de ocasiones. Simplemente habría que modificar la edad, lugar y nombre para que el texto encajara entre las páginas de un diario. Somos así. La vida de una persona reseñada como el ladrón que roba a una anciana. Nada de sentimiento, de humildad, de emoción. Qué injusto es todo. Simplemente frío, como el que yo sentí cuando me dijeron que por culpa de un accidente de tráfico tú ya no estabas. Seguramente si hubieras llevado puesto el cinturón de seguridad en aquel momento nada de esto hubiera sucedido, y todavía estarías entre nosotros.

De la noche a la mañana y nada parece igual. Algo ha cambiado, aunque todavía no sé qué es. No pude despedirme de ti, Lorena. No pude y eso es una losa que me pesa sobre mi alma. Pero, sin duda, te echaré de menos, mucho de menos.
Hasta siempre.
José M. Sánchez "Daze"

6 Comments:

Publicar un comentario

<< Home